sábado, 15 de mayo de 2010

Patria Grande o dependencia, las ideas y la voluntad política


La imagen que recorre el mundo hoy de Grecia, no son la ruinas del famoso Partenón, sino la ruina de su sistema financiero y la debacle de su economía modelada con artesanal eficiencia por el FMI. Y que ahora, como es de costumbre, plantea soluciones draconianas, con un brutal ajuste al pueblo griego. España es la segunda ficha del dominó europeo, donde la receta neoliberal se va aplicar, y que como lo admitiera un tiempo atrás Rodríguez Zapatero, terminará de enterrar la incipiente reactivación de su economía.

Por el contrario en Argentina no son ideas las que faltan, sino la voluntad para ponerlas en práctica, y esa es voluntad política.
Lozano junto a un grupo de legisladores progresistas, habían presentado el 8 de agosto de 2009 un proyecto de ley para que se utilizaran reservas para pagar deuda, liberando partidas del presupuesto nacional para la implementación de la Asignación Universal a la Niñez.

Sin embargo, cuando el gobierno propuso esto mismo, luego de haber implementado el beneficio para millones de argentinos, los más humildes y desfavorecidos, Lozano, Pino y este progresismo de ocasión, salieron a pedir el no pago de la deuda, la investigación, y etc., con lo cual de alguna manera o de todas las maneras se hacían partícipes necesarios con esa oposición, que proponía pagar la deuda con ajuste del “gasto social”, es decir impidiendo toda aplicación del programa social de Asignación Universal a la Niñez.

Una vez más, frente a la transformación del país y el desarrollo de políticas sociales inclusivas y redistributivas, la estrechez de miras del oportunismo electoral se han opuesto por izquierda o por derecha a la construcción de un Proyecto Nacional. Por eso para la derecha las reservas son intangibles, y reactualiza la doctrina Avellaneda de que sobre el hambre y la sed de un pueblo se deben honrar las deudas. La izquierda paralizada ante el evidente avance de políticas de corte progresista que anulan su discurso, se repliega en la acción política (no en el discurso) con su contraparte neoconservadora, antipopular y antinacional al preservar las reservas en el sistema financiero internacional.
Algo similar ocurrió con la designación de Néstor Kirchner como primer Secretario General de la UNASUR por unanimidad.

Por derecha se lanzaron críticas furibundas desnotando el cargo como si fuera un privilegio de monarquía. Pero sabemos que esta derecha ha funcionado siempre bajo los dictados de intereses externos, baste recordar que en plena crisis por la exploración petrolera en Malvinas por parte del Reino Unido, un grupo de legisladores opositores viajó especialmente invitados por el imperio británico a rendir pleitesías a su majestad, y que no expresa otra cosa que el eterno ímpetu de la cipayería local con un retorno a una Latinoamérica balcanizada a favor de los centros imperiales del poder.

Por izquierda, se proclama la unidad de Latinoamérica, pero se es incapaz de reconocer el rol de Néstor Kirchner en esta etapa supranacional, como una correlación de los esfuerzos de dos gobiernos nacionales que han traído justicia social para calmar la sed de los desiertos creados por el modelo neoliberal, sepultando el ALCA en Mar del Plata e impulsando y revitalizando la unidad Latinoamericana.

Es cuanto menos ingenuo que se puede pensar en un proyecto emancipador y desarrollarlo al margen de la dialéctica entre pueblo y liderazgo. Sobre todo porque es en esta etapa, donde ya se ha iniciado el camino, es que el liderazgo se trastoca desde una voluntad personal a la voluntad de empuje de un pueblo. Sobre todo si se tiene en cuenta que la misión central del cargo es la articulación, desarrollo y concreción del Banco del Sur, herramienta impostergable que reactualiza los proyectos independentistas de patriotas como Moreno, Castelli, Artigas, San Martin o Bolívar, y que hoy en el marco del Bicentenario recuperan un protagonismo central.

Ante la debacle de los antiguos centros de poder, América Latina emerge con vitalidad sustentada en el rol protagónico de los sectores populares movilizados. El horizonte no está despejado de contradicciones, pero solo una es la verdadera y fundamental, o se avanza en un Proyecto Nacional Latinoamericano o retrocedemos a la historia ya conocida de dependencia y sometimiento a los dictados de los centros internacionales de poder y sus organizaciones, FMI, BM, OMC, etc.

Ante este panorama no hay espacio para críticas por izquierda o por derecha porque ambas se confunden en un raro proyecto que favorece a factores externos, aun cuando es sabido que solo uno de ellos sería el directo beneficiario de una situación así.

Atravesamos por un tiempo y un espacio crítico, en el cual podemos revertir aquella sentencia de que: “somos un país porque no pudimos integrar una Nación, y fuimos argentinos porque fracasamos en ser americanos”*. Aquí se encierra nuestro drama y la clave de la revolución que hoy está en marcha.

*Jorge A. Ramos: Revolución y Contrarrevolución en la Argentina. Las Masas y las Lanzas. Ed. por el Honorable Senado de la Nación.