domingo, 20 de mayo de 2012

En nuestra ciudad los crímenes de Aramburu siguen impunes.

Resulta casi insólito que ante la inquietud personal del periodista Matías Pordomingo a la concejal Marta Visotto en el programa el Interruptor, se pusieran en marcha los mecanismos institucionales para cambiar el nombre de la calle Aramburu. Más insólito aún, es que en ocho años de gestión peronista en la ciudad, se hallan cajoneado iniciativas varias en este sentido. Tal vez, es que la “gestión Soria” se encontraba ideológicamente comprometida en el abrazo del entonces presidente Menem con el almirante Rojas, tándem de Aramburu en el golpe del 55 a Perón; y que detrás de una pretendida reconciliación nacional, se imponía, como con la Revolución Libertadora, un modelo neoliberal que terminaba con la independencia política, la soberanía económica de la Nación y la Justicia Social para su Pueblo. Pero lo que resulta lamentable, es que este Concejo Deliberante haya optado por dejar en el limbo los crímenes de Aramburu y compañía. Es más o menos como borrar con el codo lo que escribiera la dictadura del 76 para nuestra ciudad y permitirle a Aramburu, salirse de la historia por la ventana del fondo, sin que se avanzara, desde lo simbólico, en un acto de justicia y reparación histórica. Aramburu encabezó junto al almirante Isaac Rojas el golpe de Estado del 16 de setiembre de 1955 contra Perón. Rojas era el responsable del arma que 3 meses antes había bombardeado la Plaza de Mayo con el saldo de 264 muertos, todos civiles que disfrutaban de un día feriado. Tal vez la frase más conocida de Aramburu haya sido: “la leche de la clemencia se acabó” para ordenar el fusilamiento de los insurrectos en el levantamiento del 9 de junio que buscaban propiciar el retorno a la democracia y el estado de derecho. Pero también como metáfora del poder para dar por terminado un modelo político sustentado en la soberanía popular y la Justicia Social. El alzamiento del General patriota y constitucionalista Juan José Valle en el intento de recuperación democrática y la no proscripción de las grandes mayorías populares del 9 de junio de 1956, se acalló con los fusilamientos de civiles en los basurales de José León Suárez , el cual Rodolfo Walsh retrató magistralmente en Operación Masacre. A los militares implicados en una acción absolutamente incruenta, les cupo el fusilamiento sumarísimo y sin derecho a juicio en lóbregos patios penitenciarios. El general Juan José Valle, que podría haber optado por huir, ante la barbarie fusiladora de Aramburu-Rojas, optó por entregarse, y el mismo fue pasado por las armas el 12 de junio de 1956. De esta manera quedó inaugurado un ciclo de violencia institucional por parte de los sectores reaccionarios de la política nacional, que tendría su más triste epílogo con la dictadura instaurada en 1976. La historia es siempre la construcción del presente a la luz de los hechos del pasado. En nuestra ciudad al menos, este Concejo Deliberante, deja una vez más que el fiel de la balanza siga dejando a los muertos por la Revolución Libertadora en el anonimato. Máxime porque fue la última dictadura, esa que arrasó con 30000 compañeros desaparecidos, la que instituyó el nombre de Aramburu a la calle de un barrio popular, todo un contrasentido histórico pero con un efecto pedagógico y disciplinador que intentó borronear la historia profunda, rica y libertaria de los Pueblos. Pero sobre todo, porque fue esa misma dictadura, la que se encargó de borrar en la memoria colectiva de los roquenses el homenaje tributado a través del gobierno democrático municipal de entonces para el General Juan José Valle con la designación de una calle con su nombre, para reemplazarlo con la denominación, aún vigente, la del imperio del norte: Estados Unidos.