miércoles, 24 de febrero de 2010

Los caminos del progresismo y la izquierda.


En “La Razón Populista”, Ernesto Laclau establece que una de las condiciones para reconocer la presencia de un proceso político de corte popular, es la formación de fronteras políticas surgidas de demandas sociales previas, y la construcción discursiva del poder como fuerza antagónica, situación que no admite sino un pasaje hacia una investidura (cada vez mas) radical del discurso*.
En los noventa las tesis neoliberales del Estado Mínimo y la Administración gerenciada de éste, se establecían como el discurso dominante y consecuentemente se operaba en el desguace del Estado por la vía de transferir la riqueza pública a manos privadas. Por el contrario después del 19 y 20 de diciembre del 2001 se articulan las series de demandas que abrirían el camino al 25 de mayo de 2003. A partir de ese momento comienza un proceso que pone lo político en el primer lugar para la organización y satisfacción de las demandas sociales, la reconstrucción del Estado soberano y la recuperación del cuerpo social y de las áreas sensibles de la economía que habían sido privatizadas.
Podemos inferir que se han establecido las fronteras políticas, que las mismas se han fijado más por hechos concretos como, negociación de la deuda ante el FMI que establece nuevos horizontes de autonomía soberana, estatización del régimen previsional y eliminación de las AFJP, ley de medios audiovisuales, salario familiar universal, mayor control sobre el BCRA, y que la construcción del discurso, aunque existe, lejos está de la necesaria hegemonía y aún sigue encontrando los límites que impone la corporación mediática que responde a los intereses del poder económico concentrado.
Es decir, que el proceso lejos de ser lineal, está impregnado de obstáculos, de opositores irreconciliables y de sectores aun muy poderosos que siguen privilegiando intereses vinculados a la etapa neoliberal, o sea la especulación financiera y la inercia rentística de sus empresas, a lo que no debemos dejar de lado las contradicciones propias que a veces no son pocas.
Aún así, en el balance general y aun cuando haya una acción pendular del gobierno, es imposible no reconocer avances y grados de situación incomparables con lo que fue la década de los ’90.
A una conclusión similar arriba el sociólogo brasileño Emir Sader**, cuando analiza el rol de la izquierda y el progresismo frente a los Estados y los gobiernos Latinoamericanos que vinieron a reemplazar a las administraciones neoliberales. Estableciendo grados de diferenciación entre los procesos políticos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, donde se ha operado en la refundación del Estado mediante reformas constitucionales profundas, frente a los de Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil, los procesos lejos han estado de ser lineales y exentos de contradicciones.
Por ejemplo, Lula debió gobernar durante los primeros seis años con el presidente del Banco Central (Antonio Palocci) proclive a sostener tasas de interés elevadas, independencia del gobierno central y acumulación de divisas sin objetivos precisos, todas premisas de la agenda neoliberal.
Una situación similar nos toco vivir recientemente con Redrado, personero del neoliberalismo en nuestro país y la mal llamada crisis del BCRA. Las críticas arreciaron sobre la acción del gobierno desde todo el espectro político, de derecha a izquierda. Desde la intangibilidad de la reservas y la autonomía del BCRA (que se parece más a independencia) hasta el respeto a la institucionalidad o la legitimidad de la deuda. Pero en definitiva, de derecha a izquierda, todas las críticas y acciones consecuentes, confluyeron en un solo punto obturar la posibilidad para disponer del ahorro de los argentinos para potenciar el crecimiento y el desarrollo nacional. Lejos han estado con esas críticas de aportar a la construcción de una dialéctica nacional que establezca que lo que es de los argentinos debe servir al pueblo argentino, muy por el contrario, de izquierda a derecha, se ha privilegiado seguir sosteniendo la agenda neoliberal en nuestras instituciones financieras.
Mas que bajo el apego un programa, Sader dice que en la región se ha avanzado bajo la premisa gramciana de que la “verdad es concreta”, es decir disputando cada metro en el campo minado que dejó atrás el neoliberalismo, ante el repliegue forzado por la movilización popular. “Por ello afirmar que, la histórica consigna de la izquierda de que: “solo se sale del neoliberalismo yendo al socialismo”, es no comprender la regresión histórica a la que hemos sido sometidos” sostiene.
La frontera política de Laclau, Sader la ubica en el pasaje del modelo neoliberal a uno posneoliberal, y que dependerá en gran medida de la construcción de un nuevo sujeto histórico, para consolidarlo y profundizarlo. Pero ese proceso debe contar con herramientas válidas, entre ellas el control de Estado, a la vez que se organiza la base social del cambio, y donde la presencia y consolidación de esa frontera político-ideológica marca el punto de no retorno.
Es este panorama el que define la coyuntura política en ratios que no admiten matices. Emir Sader es explicito: “Existen dos estrategias posibles ante gobiernos contradictorios, un de ellas es la oposición frontal y el reduccionismo a políticas doctrinarias y ultraizquierdistas, donde se cataloga a los gobiernos de nueva derecha, y por lo tanto es válido hacer alianzas con la derecha tradicional para vencerlos”.
O por el contrario, “la segunda estrategia es la alianza con los sectores progresistas de esos gobierno con el fin de fortalecer los elementos que concentran el ataque contra la hegemonía del capital financiero, los acuerdos con el agro-negocio, los alineamientos con las potencias imperiales, etc.”
Y agrega, “Estas son las dos únicas posiciones políticas posibles, pero solo una de ellas, promueve la articulación con los procesos latinoamericanos vividos en la actualidad y posibilita una verdadera acumulación de fuerzas a futuro en el campo popular”.
Los avances políticos han sido importantes, pero la magnitud de la fuerzas a enfrentar hace que la coyuntura se deslice sobre el filo de una navaja, no hay margen de maniobra suficiente, y un error puede significar un enorme retroceso no solo para las fuerzas políticas progresistas involucradas sino para la mayoría del pueblo argentino.

*La Razón Populista, Ernesto Laclau, Fondo de cultura Económica, 2005
**El nuevo topo: los caminos de la izquierda latinoamericana, Emir Sader, Siglo veintiuno – Clacso, 2009

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