domingo, 29 de noviembre de 2009

La identidad digital debe ser Nacional y Popular

El siglo XXI se inicia bajo un nuevo paradigma tecnológico-político-programático, basado en el desarrollo de la tecnologías de la informática y la comunicación, que reemplaza a aquel que forjado en la metalmecánica, surgiera al finalizar la IIº Guerra Mundial, bajo el predominio de los EE.UU.
Este nuevo paradigma coincide e incide a su vez, con la onda en crecimiento de lo que en economía se denomina ciclos Kondatrief (ciclo económico de 50 años aprox.), es decir, que tecnología y comunicación son motor y causa del cambio, actuando sobre los factores reales de la economía y el desarrollo, reemplazando al simple esquema contable financiero de la etapa neoliberal. Y esto, de cara al futuro abre un mundo de expectativas.
En los planos pragmáticos del comercio, el intercambio y la actividad lúdica, se alterarán hacia una “zona de oportunidades” muy promisoria, si a la vez se es capaz de consolidar los intercambios horizontales rehuyendo a las corporaciones informáticas y avanzando en por ejemplo, el software de código abierto o libre, o el desarrollo con una fuerte presencia del Estado como inversor y promotor de la producción de hardware nacional.
Sin embargo dentro de este paradigma existe una dimensión mucho más compleja, que contiene oportunidades pero también las tensiones de un mundo que se debate entre la unipolaridad que ejercen los EE.UU desde la caída del muro de Berlín a un modelo multipolar, donde Latinoamérica juega decididamente en su favor.
Es la dimensión de los contenidos que circulan en la red y los factores culturales que los promueven, donde se está librando una de las batallas más importantes. Es la batalla de las ideas, el desarrollo de espacios simbólicos donde lo viejo, el neoliberalismo, se enfrenta a lo nuevo que emerge de las necesidades materiales y simbólicas de los pueblos oprimidos, que hoy empiezan ejercer su independencia política y la soberanía de sus decisiones. Es lo que han dado en llamar Guerra de 4º Generación. En nuestro país se libró una de las batalla más intensas con la instauración de la nueva Ley de Medios Audiovisuales que, termina con los monopolios mediáticos y otorga una mayor presencia al Estado y a su vez democratiza en la sociedad la posibilidad de producir y comunicar sin el dominio excluyente del factor comercial.
Desde el punto de vista político, a Internet se la suele asociar con el ejercicio de la ciudadanía, con la democratización de ciertas esferas de decisiones, y con un rol integrador desde el punto de vista social. Y no es que estemos desconformes con esta interpretación, solo que es posible que funcione bien en sociedad integradas y homogéneas, con tradiciones vinculadas a sus particulares procesos históricos.
Por el contrario, nuestra realidad proviene de sociedades fragmentadas, con una cinergética impulsada a golpes de estado y neoliberalismo por décadas, que centrifugó la realidad social a la dispersión y el aislamiento, destruyendo las identidades simbólicas junto con las capacidades productivas.
Por ello entendemos que debemos apropiarnos de esta herramienta, con un sentido positivo y a la vez relativo, que responda a nuestras necesidades e idiosincrasias, dotándola de contenidos que recuperen nuestra mejor tradición libertaria, pensando a estas nuevas herramientas desde la categoría de Pueblos, para desarrollar los procesos en forma colectiva y no individual. Donde la frontera política se haga presente para construir la hegemonía necesaria sobre la identidad popular a partir de la pluralidad de demandas democráticas (E. Laclau). De ello emergerá una identidad digital basada en el compromiso, la solidaridad y la militancia.
Es decir nutrir a esta poderosa herramienta con el sino de la política que es la organización, que en definitiva, es lo único que vence al tiempo. Juan José Hernández Arregui postulaba que: “la verdadera Patria es el idioma”, hacía allí debemos dirigir nuestro esfuerzo en este espacio mediático, construir cultura para vencer al tiempo y en el tiempo, para no estar condicionado por la coyuntura y afianzar las conquistas sociales hasta aquí conseguidas.
Al término de la IIº Guerra Mundial, Argentina desarrollaría de la mano del peronismo, las condiciones de un país prospero y pujante con desarrollo en sus industrias, consolidado cultural y socialmente bajo el llamado Estado de Bienestar que incorporaba por primera vez a las masas a la categoría de ciudadanía soberana.
Hoy vivimos bajo condiciones semejantes, una etapa excepcional fortalecida por procesos similares en toda Latinoamérica, que se transforma en una oportunidad imperdible para que, sustentado en este nuevo paradigma, poder incorporar a aquellos compañeros que las políticas neoliberales dejaron en el camino, reconstruir las nación, fortalecer los marcos regionales y con los pueblos de otras latitudes que luchan por su independencia y soberanía, desarrollar las redes para la integración democrática , horizontal y cultural, que le posibiliten al hombre un futuro posible, humano y sobre todo sustentable.

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